Imagen desde http://www.opednews.com
Días antes de esta charla, la periodista Naomi Klein estuvo en un barco en el Golfo de México, mirando los catastróficos resultados de la arriesgada búsqueda de petróleo por la BP. Nuestras sociedades se han vuelto adictas al riesgo extremo en la búsqueda de nuevas energías, en la búsqueda de nuevos instrumentos financieros y en la de otras cosas … y con frecuencia, lo que queda es un desastre que hay que limpiar. La pregunta de Klein es: ¿Cuál será el plan de retorno?
Translated into Spanish by Sylvia Fleck
Reviewed by Francisco Gnecco
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Los científicos a quienes acompañé no estudiaban los efectos del petróleo, y los productos para dispersarlo, en cosas grandes; los pájaros, las tortugas, los delfines, lo glamoroso. Estaban interesados en cuerpos realmente pequeños que son ingeridos por otros no tan pequeños y que eventualmente son tomados por otros mayores. Y lo que están encontrando es que incluso pequeñísimas cantidades de petróleo y de productos para dispersión pueden ser muy tóxicos para el fitoplancton, lo cual es muy mala noticia, porque bastante vida depende de ello
Contra lo que hemos oído en los últimos meses como el 75 por ciento de ese petróleo, como por arte de magia, desapareció y no habría que preocuparse por ello. El desastre todavía está en creciendo, metiéndose en la cadena alimenticia. Pero esto no debería sorprendernos.
Rachel Carson– La madrina del ambientalismo moderno nos lo advirtió, en 1962 señaló que los encargados del control, así los llamaba, que han fumigado ciudades y campos con insecticidas tóxicos como el DDT, sólo estaban tratando de matar pequeños organismos, insectos, no a los pájaros. Pero se les olvidó algo: que los pájaros se alimentan de gusanos, que los petirrojos comen muchos gusanos ahora saturados con DDT. Así, los huevos de los petirrojos no llegaron a empollar, los pájaros cantores morían masivamente, y las ciudades se volvieron silenciosas. De ahí, el tìtulo “La Primavera Silenciosa”.
He tratado de puntualizar qué es lo que me hace regresar al Golfo de México. Porque como canadiense que soy, no puedo establecer lazos ancestrales. Me parece que lo que sucede es que tal vez no hemos llegado a términos con lo que significa este desastre, con lo que significa presenciar un agujero desgarrado en nuestro mundo, con lo que significa observar cómo el contenido de la Tierra se derrama, en televisión, en vivo, 24 horas al dìa, por meses.
Después de decirnos a nosotros mismos, por tanto tiempo, que nuestras herramientas y nuestra tecnología pueden controlar la naturaleza, de repente nos encontramos cara a cara con nuestras debilidades, con nuestra falta de control, mientras el petróleo sigue irrumpiendo con cada intento por controlarlo. Las más altas son las que matan. Más memorable es el disparo de basura; la brillante idea de incendiar llantas viejas y bolas de golf y lanzarlas por el agujero abierto en el mundo. Pero aún más sorprendente que la ferocidad que emana de ese pozo, es la negligencia con la que se liberó toda esa energía – el descuido y la falta de planificación, que caracterizó toda la operación; desde la perforación, hasta las actividades de limpieza.
Si hay algo que la acuosa norma para mejorar de la BP, ha dejado en claro, es que, como cultura, hemos llegado demasiado lejos al arriesgar cosas tan valiosas e irremplazables, y lo hacemos sin un plan para de retorno, sin una estrategia de escape.
Y la de BP no fue la primera experiencia en esta materia, en años recientes.
Nuestros líderes, en cañones de guerra, se cuentan a ellos mismos historias felices de nimiedades y desfiles de bienvenida, y luego son años para controlar los daños mortales, como Frankestein en asedios y resurgimientos, y en contrainsurgencias, y nuevamente, sin ningun plan de salida.
Nuestros magos financieros siempre caen víctimas de esa autoconfianza; para convencerse de que la última burbuja es un nueva clase de mercado; que nunca desciende. Y cuando inevitablemente baja, el mejor y más brillante acceso al equivalente financiero del disparo de basura – en este caso, es arrojar grandes cantidades de los escasos dineros públicos por un agujero diferente.
En el caso de la BP, el agujero se tapona, al menos temporalmente, pero no sin antes haber costado un precio enorme.
Tenemos que descubrir por qué seguimos dejando que esto pase; porque estamos en el medio de lo que puede ser nuestra mayor apuesta de todas: hay que decidir qué hacer, o dejar de hacer, sobre el cambio climático.
Ahora, como ustedes saben, se pasa mucho tiempo en este país y en el mundo entero, en la discusión sobre el clima. Sobre la pregunta, “¿Qué tal que los científicos del IPC estén totalmente euivocados?” O mejor, otra pregunta más pertinente; como dice la física de MIT, Evelyn Fox Keller, “¿Qué tal que esos científicos tengan razón?” Teniendo en cuenta lo que está en juego, la crisis climática sin duda nos pide actuar con base en prudencia – la teoría que sostiene que si la salud humana y el medio ambiente están bajo un riesgo serio y si no es posible reversar el posible daño, no podemos darnos el lujo de esperar a tener certeza científica completa. Es mejor errar por precaución.
Más claramente, la carga de la prueba de si una práctica es segura, no debería colocarse en el público que saldría perjudicado, sino en la industria que busca su beneficio. Pero las políticas en el mundo capitalista, si es que existen – no se basan en la precaución, sino en el análisis de costo-beneficio, buscando las decisiones que, según los economistas, tengan el menor impacto en el producto interno bruto.
Así que en lugar de preguntar, como aconseja la prudencia, “¿qué será lo que hay que hacer, en el menor tiempo posible, para evitar una posible catástrofe?”, hacemos otras preguntas extrañas como estas: “¿Hasta cuándo podremos esperar antes de comenzar seriamente a reducir las emisiones?” “¿Podemos dejar esto para el 2020, para el 2030, o el 2050? O nos preguntamos, “¿Cuánto más podremos dejar que se caliente el planeta y aún sobrevivir?” “¿Podremos ir hasta dos grados, tres grados, o a donde actualmente nos dirigimos, cuatro grados centígrados?”
Y, a propósito, la suposición de que podemos controlar con tranquilidad el increíblemente complejo sistema climático de la Tierra como si tuviera un termostato que hiciera que el planeta se mantenga ni muy caliente, ni muy frío, sino exactamente en el punto correcto – al estilo de «Ricitos de Oro» – esta suposición es pura fantasía, que no viene propiamente de los científicos del clima; viene de los economistas que imponen sus ideas de tipo mecánico en la ciencia. Lo que sucede es que simplemente no sabemos en qué momento, el calentamiento que estamos produciendo se volverá completamente aplastante por efecto de los rizos de retroalimentación.
Así que, nuevamente, ¿por qué tomamos estos riesgos irracionales con algo tan valioso? Una cantidad de explicaciones pueden surgir ahora en la mente, como la codicia. Esta es una explicación muy común, con mucho de verdad. Porque, como sabemos, si se asumen grandes riesgos, se puede ganar mucho dinero. Otra explicación que se oye con frecuencia sobre la negligencia, es por arrogancia. Y la codicia y la arrogancia están íntimamente relacionadas con la negligencia. Por ejemplo, si se trata de un banquero de 35 años de edad que gana 100 veces más que un cirujano de cerebro, se necesita una explicación, se necesita un razonamiento que haga aparecer bien esa disparidad. Y en realidad no hay muchas opciones. O se trata de un estafador increíblemente hábil, que se está saliendo con la suya – que engaña al sistema – o a lo mejor es un niño prodigio nunca antes visto en el mundo. Y las dos opciones – el niño prodigio y el estafador – producen demasiada auto confianza y por tanto, lo hacen más propenso a tomar mayores riesgos en el futuro.
Y a propósito, Tony Hayward, el anterior ejecutivo jefe (CEO) de la BP, tenía una placa en su escritorio con esta frase como inspiración: “¿Qué tratarías de hacer si supieras que no puedes fallar?” Esta es una placa bastante común, y como ustedes son un grupo de gente exitosa podría yo apostar que varios de los presentes tienen esa misma placa. No les de pena. Eliminar el temor a equivocarse puede ser muy bueno si se está entrenando para un triatlón o si está preparando una TEDtalk. Pero, personalmente pienso que gente con el poder para destruir nuestra economía y hacer estragos en la ecología, podrían hacerlo mejor si tuvieran una imagen de Ícaro colgada en la pared, porque – aunque que no sea esa exactamente – preferiría que estuvieran pensando todo el tiempo en la posibilidad de equivocarse.
Bueno, tenemos la codicia, tenemos el exceso de confianza y la arrogancia, pero como estamos aquí entre TEDwomen, consideremos otro factor que puede estar contribuyendo aunque de manera pequeña a esta negligencia social. No me voy a detener mucho en este punto pero varios estudios indican que, como inversionistas, las mujeres somos menos propensas que los hombres, a tomar riesgos innecesarios, precisamente porque, como ya hemos oído, tenemos menor tendencia a sufrir de exceso de confianza que los hombres. Por consiguiente el ser menos bien pagadas y menos elogiadas tiene sus aspectos positivos – al menos para la sociedad.
La otra cara de esta moneda es que si constantemente se le dice a alguien que es talentoso, que es el elegido, y que nació para dirigir, esto es claramente malo para la sociedad. Y este problema – llamémoslo el riesgo del privilegio – pienso que nos acerca a la raíz de la negligencia colectiva. Porque ninguno de nosotros – al menos en el hemisferio Norte – ni hombres ni mujeres, estamos completamente exentos de este mensaje.
Esto es de lo que quiero decir.
- El cuento de la recién descubierta frontera y de los pioneros conquistadores,
- el cuento del destino señalado,
- el cuento del apocalipsis y la salvación.
- No importa lo mucho que dañemos, siempre habrá más – más agua, más tierra, más recursos por explotar.
- Una nueva burbuja reemplazará la anterior.
- Vendrán nuevas tecnologías para arreglar los daños que causamos con la anterior.
Ahora, el problema es que este cuento siempre fue una mentira.
- Ignore esos temores sigilosos de que finalmente hemos llegado al fondo.
- Sigue siendo cierto que no hay límites.
- Siempre habrá otra frontera.
- Así que, deje de preocuparse y siga comprando.
Ahora, al mirar estas imágenes, no es fácil comprender la magnitud de esta operación, que ya se puede ver desde el espacio y que puede llegar a crecer a un área del tamaño de Inglaterra. Me parece que se facilita, si se observan los camiones de descarga que mueven la tierra, los más grandes jamás fabricados. Eso es una persona junto a la rueda.
Quiero aclarar que esto no es perforación para petróleo, ni siquiera es minería. Es desollar la tierra. Enormes, paisajes fértiles están siendo destruídos dejándolos de un gris monocromático. Debo admitir que lo que me preocupa ya sería abominable aún si no se emitiera ni una sola partícula de carbón. Pero la verdad es que, en promedio, para convertir esa porquería en petróleo crudo se produce como el triple de gases contaminantes que lo que se haría con petróleo convencional en Canadá. ¿De qué otra manera se puede describir esto, sino como una forma de demencia masiva?
Ahora que ya sabemos que necesitamos aprender a vivir en la superficie del planeta, de la energía del sol, del viento y de las olas, estamos cavando frenéticamente para llegar al material más sucio y más contaminante que se pueda imaginar. El cuento del crecimiento ilimitado, nos ha traido hasta aquí, a este agujero negro en el centro de mi país – un lugar de tanto dolor planetario que, como el derrame de la BP, solo se puede soportar mirarlo un momento.
Como han demostrado Jared Diamond y otros, así es como las civilizaciones se suicidan, apretando el pie sobre el acelerador en el momento exacto en que deberían estar aplicando los frenos. El problema es que nuestro cuentista también tiene una repuesta para esto. En el último momento, seremos salvados tal como en las películas de Hollywood, igual que en «Rapture».
Ustedes probablemente han visto más y más titulares como estos. La idea que respalda esta forma de geoingeniería, como se le llama, es que, a medida que el planeta se calienta, podremos disparar sulfatos y partículas de aluminio a la estratosfera para reflejar parte de los rayos solares de regreso hacia el espacio y así, enfriar el planeta. El plan más irracional – y no lo estoy inventando yo – sería poner, lo que es esencialmente una manguera de jardín a 30 kilómetros de altura, en el cielo, suspendida por globos, para arrojar dióxido de azufre. O sea, resolver el problema de la contaminación, con más contaminación. Piénsenlo, como el último disparo de basura.
- Se ha alcanzado una clave de escape.
- Se ha hallado una nueva frontera.
- Más importante aún, después de todo, no tendríamos que cambiar nuestro estilo de vida.
Se ve que para algunas personas, el salvador es un tipo de túnica ondulante. Para otros, es alguien con una manguera de jardín.
- Necesitamos historias con otro tipo diferente de héroes dispuestos a asumir otras formas de riesgos – riesgos que confronten la negligencia cara a cara, que pongan en práctica el principio de prudencia, incluso si eso implica hacerlo por acción directa – como cientos de jóvenes listos a dejarse arrestar por bloquear plantas de energía sucia o por luchar contra la remoción del suelo en las montañas, para la minería de carbón.
- Necesitamos historias que reemplacen esos cuentos lineales de crecimiento ilimitado con argumentos circulares que nos recuerden
- que lo que se va, regresa,
- que esta es nuestra única vivienda;
- que no hay clave de escape.
- karma,
- o llamenlo física
- o acción y reacción,
- pueden llamarlo cautela:
el principio que nos recuerde que la vida es demasiado valiosa para arriesgarla por ninguna ganancia.
Gracias.
(Aplausos)