«…preñarse de sí mismo,
alejarse de la parte defectuosa
y dejar el pesimismo para días mejores…»
- ¿Por qué desear Feliz Año Nuevo si hay tanta insatisfacción a nuestro alrededor?
- ¿Será feliz el próximo año para los afganos e iraquíes, y para los soldados estadounidenses a las órdenes de un presidente que califica de ‘justas’ las guerras genocidas de ocupación?
- ¿Serán felices los niños africanos reducidos a esqueletos de ojos perplejos por la tortura del hambre?
- ¿Seremos todos felices conscientes de los fracasos de Copenhague que salvan la lucratividad y comprometen la sustentabilidad?
- Aristóteles afirmó que es el bien mayor que todos anhelamos.
- Y mi colega Tomás de Aquino señaló: aunque fuera la práctica del mal.
- De Hitler a la madre Teresa de Calcuta, todos buscan la propia felicidad en todo lo que hacen.
La diferencia reside en la ecuación egoísmo/altruismo. Hitler pensaba en sus hediondas ambiciones de poder; la madre Teresa en la felicidad de aquellos que Frantz Fanon denominó “condenados de la Tierra”.
¡Sería mejor un mundo sin miseria, desigualdad, degradación ambiental ni políticos corruptos!
Pero todavía no será el Feliz Año Nuevo.
(Traducción de J.L.Burguet)
Contacto – MHPAL – Agência Literária (mhpal@terra.com.br)
- a los artesanos de utopías, cuyas manos callosas desentierran girasoles de los pantanos de la ambigüedad;
- a las mujeres buscadoras de afectos recónditos, divas milagrosas del bien-amar gratuito;
- a los niños sobrevivientes en los corazones de todas las edades;
- y a los guardianes de silencios meditativos.
- a los magos de la delicadeza y a los que tejen lazos de cintas con las líneas del tiempo;
- a los auscultadores del rumor de ángeles
- y a los portadores de altivez luminosa montados en caballos de fuego.
- a los peregrinos de caminos desprovistos de oscuridad;
- a los buscadores de conchas en las playas solariegas de la saciedad ética;
- a los desatadores de nosotros en los pliegues del espíritu;
- a los heraldos de buenas nuevas
- y a los espantadores del infortunio.
- a quien se asoma a la ventana del alma para contemplar su propio amanecer;
- a los navegantes cuyas velas se mueven gracias al soplo del Espíritu;
- a los sembradores de horizontes translúcidos;
- a las bordadoras de ternura en el suelo pedregoso de nuestras desventuras.
- a los acampados en el vasto territorio de la insensatez, rehenes de egos inflados;
- a los acróbatas de extravagantes conjeturas, esclavos de sus altisonantes ilusiones;
- a los autores de la incongruencia cívica, inveterados jugadores del escarnio.
- a los corazones seducidos por el toque del amor divino;
- a los voluntarios de la generosidad, indicadores de caminos en las vías laberínticas de nuestros desaciertos;
- a los profetas inflexibles a la embriaguez de la rutina, intrépidos cultivadores de la esperanza.
- a los confiteros de dulces anuncios entre tantas desilusiones;
- a los artistas de la sobriedad, ajenos a las luces llamativas de la hipocresía;
- a los orfebres de la belleza preñada de densidad subjetiva;
- a los maestros de la sabiduría impelidos por la brisa suave impregnada de sabor a miel.
- a los filósofos desalfabetizados de erudición, atentos a los vuelos de la inteligencia para trascender la razón;
- a los adeptos a la mística vacía de imágenes y palabras;
- a los gitanos de Dios cuyos pasos recorren las sendas mistéricas de la amorosidad inefable.
- a quien se niega a proferir el discurso ácido de la designificación del otro;
- a los habitantes de aldeas líricas, en cuyo amanecer suenan cantos compasivos;
- a los eremitas del desconsuelo, alimentados por el Verbo que se hace carne;
- a los hábiles alpinistas de la imaginación, en cuyas artes la vida se transmuta en alegorías.
- a los cazadores de confidencias, atentos a los detalles de la gentileza;
- a los orfebres de la elegancia, cuyas palabras exhalan fragancias perfumadas;
- a los centinelas del asombro, agraciados por el don de identificar la vida como milagro;
- a los artífices de la fantasía, transustanciadores de nuestras emociones más telúricas.
- a quien calla los despropósitos ajenos, incapaz de transformar la propia lengua en piedra de tropiezo;
- a los navegantes de devaneos románticos, embriagados de poesía;
- y a los arquitectos del futuro, dedicados al proyecto de la ceremonia nupcial de la libertad con la justicia.
- a los artistas de la insensatez capaces de imprimir a la vida carácter lúdico;
- a los aplicados caballeros de la filosofía de la risa, de los cuales emana el júbilo de vivir;
- y a los acongojados encendedores de luminarias, discípulos indignados de Diógenes.
- a quien trasiega a despecho de los pusilánimes, entregado a la osadía de reinventar la existencia después de cada fracaso;
- y al guardia del farol en pleno mar revuelto, cuyo haz de luz abre vías doradas en la superficie de las aguas;
- y a las mujeres de corazones acunados por la preferencia de Cupido.
- a los ojos vigilantes al ocaso ambiental, en los que las lágrimas serán resecadas por el hollín de chimeneas lucrativas;
- a los desenjauladores de pájaros, intrépidos pilotos de vuelos alucinados;
- y a los serviciales de la gratitud, militantes del altruismo compasivo.
- a quien tuvo un año infeliz, herido por dolores y lágrimas, empantanado por desesperanzas y sendas oscuras:
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